Historias

Bendición del niño Dios, tamales y fiesta de La Candelaria para este dos de febrero

En nuestro país se acostumbra que la persona a la que le salió el niño en la rosca de reyes es la encargada de realizar tamales y atole para su familia, amigos o compañeros de trabajo esta tradición se debe a que en esta misma fecha, basándose en el calendario azteca, es la bendición del maíz, y se elaboran alimentos con él.

También es una tradición vestir al Niño Dios en esta fecha, los trajes han ganado una gran popularidad, ya que van desde el típico traje blanco hasta de doctores, maestros, futbolistas, etcétera y una vez vestido se lleva a bendecir, esto para la prosperidad de la familia.

También se festeja el día de la Candelaria el cual es exactamente 40 días después de Navidad y es debido a que, en ese día, la Virgen se purificó después del nacimiento del niño Dios y llevó candelas a la Iglesia para que estas fueran bendecidas. 

Este era el festejo original, sin embargo, en la época del Virreinato llegó a México y el día de la Candelaria coincidió con la temporada de siembra que iniciaba el 2 de febrero y se festejaba con exquisitos tamales como platillo principal.

Origen del día de la Candelaria de acuerdo con la antropóloga Katia Perdigón, el 2 de febrero la Virgen solía ser la protagonista del festejo, pues era cuando se cumplían exactamente 40 días después de Navidad, por lo que la Virgen acudió a la Iglesia para ser purificada y dar gracias a Dios por la llegada de Jesús a la Tierra.

Desde entonces, se quedó como costumbre acudir a la iglesia cada 2 de febrero, para agradecer que el niño Dios trajera luz a los corazones de la humanidad.

¿Por qué se viste a los niños Dios el día de la Candelaria?

Esta pregunta no tiene una respuesta clara, sin embargo, Katia Perdigón, en su libro titulado “Mi niño Dios”, sostiene que la tradición de vestir a los niños Dios se deriva de la época del virreinato.

Su investigación arrojó que quizá surgió a partir de una tradición que las monjas tenían en la época virreinal, estas monjas vestían a los niños Dios para presentarlos en la Iglesia, justo como hizo en su momento la Virgen.

Actualmente, se estima que existen alrededor de 100 modelos distintos para vestir a los niños, moda que se reforzó en 1975, cuando surgió la Casa Uribe, una empresa dedicada a ofrecer un montón de modelos para vestir al niño Dios.

Por último y de acuerdo con Katia Perdigón “pocos devotos relacionan la vela con la festividad de la Purificación de la Virgen, este acontecimiento se ha suplido con la imagen del Niño Dios, de hecho la mayoría de los practicantes de esta celebración no saben para qué son las velas. Las candelas evocan la iluminación del mundo por el Salvador”

El chocolate, la bebida divina que conquistó Europa

El 3 de abril de 1502, Cristóbal Colón salía, una vez más, del puerto de Sevilla. Su idea era encontrar un paso marítimo que, desde Centroamérica, lo llevase, al fin, a Asia. Era su cuarto viaje al Nuevo Mundo, y la ruta tuvo sus dificultades. Un día, en mitad de una tormenta, el navegante y sus hombres se vieron obligados a desembarcar. Al parecer, interceptaron entonces una embarcación maya que llevaba como carga unas almendras a las que Colón no concedió importancia. Sin saberlo, el Almirante había tenido el primer contacto con las semillas del árbol del cacao.
Más de doscientos años después, Madrid consumía más de cinco toneladas de chocolate al año. Según las crónicas del momento, no había calle en la capital en la que no se vendiese. Esto puede ilustrar que un mal principio no siempre es determinante, ya que el chocolate se obtiene de las almendras que Colón había desechado.
No sabemos cuál fue el primer contacto entre los españoles y el chocolate bebido que consumían mayas y aztecas, para quienes este producto era muy importante. Los mayas dejaron escritas las primeras referencias de la historia a su consumo en el denominado Códice de Madrid, conservado en el Museo de América. Por su parte, los aztecas pensaban que las semillas de las que obtenían el chocolate no eran sino la materialización de Quetzalcoatl, dios de la sabiduría.

De Tenochtitlán a Madrid

Tan importante era el cacao para los aztecas que utilizaban las almendras como moneda. Pedro Mártir de Anglería, cronista de Indias, decía al respecto: «Usan moneda, no de metal, sino de nuececillas de ciertos árboles, parecidas a la almendra». Para entender mejor los intercambios realizados en el mundo azteca, los españoles elaboraron unas tablas de equivalencia. Gracias a ellas, sabemos que una liebre pagada en cacao costaba lo mismo que los servicios de una prostituta.
Al principio, los españoles mostraron rechazo por el chocolate, ya que, según el cronista Gonzalo Fernández de Oviedo, los labios quedaban como manchados de sangre tras beberlo. Aparte de ello, su sabor amargo y picante no los acababa de convencer. Girolamo Benzoni, en su Historia del mondo nuovo, llegó a manifestar que «el chocolate parecía más bien una bebida para cerdos que para ser consumido por la humanidad». Pese a todo, en el siglo XVI llegó a España y fue presentado a Carlos V por Hernán Cortés. A partir de ese momento, su aceptación iría en aumento, llegando a alcanzar cotas muy altas. fuente: .nationalgeographic.com

La expedición perdida de Franklin en el Ártico

Hasta la apertura del canal de Panamá, la única forma que tenía un barco para pasar del océano Atlántico al Pacífico era bordear el sur del continente americano, siguiendo la ruta inaugurada por Magallanes en 1520-1521. Este rodeo largo y costoso empujó a muchos navegantes a buscar una ruta alternativa y más directa por el norte de América, el llamado paso del Noroeste. Sin embargo, las primeras expediciones pronto comprobaron que aquella no era una empresa fácil. 

En lugar del atajo soñado, había que serpentear a lo largo de 1.500 kilómetros por toda clase de islas, canales y bahías. Además, estaba la amenaza del frío y el hielo, que limitaba la navegación a dos o tres meses de verano. Los navíos de madera estaban siempre expuestos a que los témpanos de hielo, moviéndose con las mareas, bloquearan un canal o chocaran con ellos, inmovilizándolos o perforándolos. Por ello, la búsqueda del paso del Noroeste fue durante cuatro siglos una sucesión de empresas fallidas y a veces fatales.

El país que más se volcó en esta exploración fue Inglaterra, empeñada en encontrar una ruta hacia las Indias que pudiera servir de alternativa a las que controlaban españoles y portugueses. Tras el intento pionero que realizó en 1497 el italiano Giovanni Caboto, comisionado por Enrique VII, a finales del siglo XVI y principios del XVII, diversos exploradores ingleses se aventuraron por el noreste de Canadá en busca del ansiado paso: Martin Frobisher en 1576, John Davis en 1585, Henry Hudson en 1610… Particular importancia tuvo la expedición de Robert Bylot y William Baffin en 1616, en la que descubrieron el estrecho de Lancaster, pese a que no llegaron a percatarse de que aquella era la auténtica puerta de entrada del paso del Noroeste. fuente: nationalgeographic.com

La suntuosa tumba celta de la dama de Vix

La tarde del 5 de enero de 1953, Maurice Moisson, agricultor y arqueólogo aficionado, dirigía la excavación de un sondeo al pie del Mont Lassois, un importante yacimiento hallstático descubierto en 1929 junto al pueblo de Vix, en la región francesa de la Borgoña. Moisson había comenzado su sondeo el 31 de diciembre, atraído por restos de cerámica diseminada por una ligera elevación que sobresalía 25 centímetros sobre el terreno circundante. Esa pequeña prominencia le hizo pensar en la existencia de un túmulo que habría sido nivelado por las labores agrícolas. Su trabajo apenas había dado frutos durante la primera semana de excavación, a pesar de haber alcanzado los 1,80 metros de profundidad, cuando, a las 5 de la tarde, la hora del ocaso, apareció el extremo de una gran pieza de bronce. Al amanecer del día siguiente se reanudó el trabajo, ahora en presencia de René Joffroy, director del yacimiento, conservador del museo de la cercana Châtillon-sur-Seine y profesor de filosofía del instituto de enseñanza secundaria local. Con la nueva luz se constató que el fragmento de bronce era el asa, bellamente cincelada, de una gran crátera; inmediatamente fueron también desenterrados los fragmentos cerámicos de una copa ática de figuras negras sobre fondo rojo y una pátera de plata.

Cráteras y estatuillas

Ante la importancia de los hallazgos, los trabajos se detuvieron y se avisó por telégrafo a Paul Wernert, director de la tercera circunscripción prehistórica, y a Guy Gaudron, inspector de los museos de la provincia. Entre el 8 y el 9 de enero, cuando éstos llegaron, se desenterró la gran crátera de bronce y otros objetos que se apoyaban sobre su tapa, especialmente la pátera
de plata, de 24 centímetros de diámetro y 350 gramos, con el umbilicus (la protuberancia central) de oro, y la copa ática de figuras negras decorada con un combate entre hoplitas. Además, en el fondo de la crátera se encontró una estatuilla femenina de 19 centímetros.
Enseguida la prensa se hizo eco del sensacional hallazgo: el 12 de enero, el corresponsal en Dijon del diario Le Monde anunciaba que en el Mont Lassois había salido a la luz un magnífico vaso griego de bronce, de inestimable valor artístico. La excavación continuó hasta el 13 de febrero, plazo en el que aparecieron los elementos metálicos de un carro, sobre el cual se hallaron asimismo los huesos de la persona que había sido enterrada allí.
Como constató Joffroy en el informe de la excavación que remitió a la Academia de Inscripciones y Bellas Letras de París, él y Moisson habían descubierto una típica sepultura de carro hallstática, en todo comparable a las cámaras funerarias de los príncipes celtas de la misma época (siglo V a.C.), cuya cultura ocupó gran parte del territorio que se extendía desde Austria hasta Borgoña. El sepulcro estaba formado por un túmulo de 42 metros de diámetro, construido con piedras de gran tamaño (algunas de 80 por 40 centímetros), en cuyo centro se encontraba la cámara sepulcral, un cuadrado de tres metros de lado.
El análisis de los huesos del difunto mostró que se trataba de una mujer, tal vez una princesa o sacerdotisa del más alto rango social, a juzgar por la riqueza de su ajuar funerario. Con una altura de 1,60 metros, la mujer murió entre los 30 y los 40 años, y fue enterrada hacia el año 480 a.C.

Grandes riquezas

Para su viaje a la otra vida, la dama de Vix fue adornada con todo tipo de joyas de fabricación local: un collar de gruesas perlas de piedra y ámbar, una tobillera de bronce, un brazalete de lignita, fíbulas de hierro que sirvieron para sujetar sus vestidos y un espléndido torque (collar) de oro de 24 quilates con un peso de 480 gramos. Además, la princesa se rodeó de una riquísima vajilla venida del lejano Mediterráneo: una pátera de plata, una gran crátera de bronce del sur de Italia, un oinochoe para escanciar, también de bronce, y los vasos de cerámica ática que sirvieron para beber. El vino también era de origen mediterráneo y seguramente fue mezclado en la crátera para el banquete funerario.
Las extraordinarias riquezas que acompañaron a esta princesa celta se explican por la posición geográfica del asentamiento. Los estudios llevados a cabo a lo largo de los últimos sesenta años han permitido conocer que el yacimiento del Mont Lassois se encontraba en una importante ruta comercial que, en el siglo VI a.C., llevaba el estaño de las islas británicas al Mediterráneo. La misma ruta servía para cubrir la demanda creciente de esclavos, oro y hierro; todo ello transportado a través de los ríos Ródano, Saona, Mosela, Rin y Danubio, que constituyeron los ejes privilegiados de dicha circulación junto con los pasos de los Alpes que comunicaban esa región con Italia.
En este contexto, el asentamiento del Mont Lassois, en Vix, formó parte de un pequeño principado que se benefició de su privilegiada posición como intermediario en esa ruta comercial, hasta que la llegada de las nuevas aristocracias guerreras de la cultura de La Tène lo hizo desaparecer. fuente:
nationalgeographic.com