
Música, sudor, gritos de ánimo, rock en español y muchas barras para hacer diversos tipos de ejercicio son el escenario que muchos jóvenes y adultos escogen en el Valle de los Mamados (musculosos), un gimnasio al aire libre en el corazón de Tepito, uno de los barrios más conflictivos de México, para lograr estabilidad física y mental.
Bajo el mando de Rodolfo, un hombre de 55 años que lleva más de 14 años acudiendo a ejercitar su cuerpo a las barras ubicadas en el Parque Calles, en el “barrio bravo” de Tepito -que aunque ocupa oficialmente unas pocas calles su extensión para los habitantes va más lejos-, hombres y mujeres de todas las edades acuden cada mañana, muchos antes de su trabajo, para mantenerse en forma y reunirse con sus amigos.
unto a él, uno de los más veteranos, Mario Alberto, de 62 años cuenta que es policía y que, después de más de 50 años de acudir al parque a hacer deporte, sigue sintiendo que le ayuda a estar mejor consigo mismo y con quienes le rodean.
Un barrio efervescente
En Tepito, el crimen organizado es un problema, pero desde hace décadas los vecinos luchan por mantener en alto la cultura y el ambiente de la zona, ya que en sus pocas calles se observa siempre una efervescente vida comunitaria que encuentra en este parque, cuyas barras, dicen, son las más antiguas de la ciudad, una de sus mayores insignias.
Rodolfo y Mario Alberto aseguran que desde las 5 de la mañana empieza la actividad en el parque que algunos de ellos mismos se ocupan de mantener limpio y libre de violencia y consumo de alcohol o drogas.
Pero entre una gran mayoría de hombres, de todas las edades, varias mujeres jóvenes se ejercitan mientras sus compañeros les explican algunos ejercicios con los que ellas no están familiarizadas.
Es el caso de Suri y Valeria, que llevan apenas algunas semanas acudiendo a las barras pero ya sienten los beneficios del deporte y la calidez del grupo que, aseguran, es como una familia.
Aunque dice que “en ningún momento ninguno de ellos nos ha faltado al respeto ni nos ha dicho una vulgaridad. Son respetuosos, nos ofrecen su ayuda y se les agradece”.
Suri aprende y perfecciona los ejercicios junto a Valeria, quien asegura que el tiempo que lleva viniendo le ha servido mucho. “A veces si llego a casa cansada, pero con un buen baño se me quita. Esto es mi zona de disfrute porque aquí todos nos ayudamos. Yo llegué sin saber nada y ahora me siento muy bien”, cuenta Valeria contenta.
Unidad para olvidar los problemas
Al mostrar sus cualidades para la cámara, todos se aplauden y se motivan a hacer movimientos y ejercicios más complejos. En las barras verticales más complicadas, varios suben hasta lo más alto sin miramientos y bajan con cara de satisfacción.
Uno de ellos, con gorra y todo su cuerpo tatuado, es Édgar Andrés, de 39 años, quien lleva 20 años haciendo ejercicio y, a pesar de ser vecino de la zona, llegó hace apenas un año a estas barras, donde se encontró con un ambiente muy especial.
Para él, mucha gente encontró un refugio en el parque Calles durante la pandemia, tanto por ser un lugar al aire libre donde el riesgo de contagio de coronavirus es más bajo como por el hecho de poder olvidar los problemas ligados a esta enfermedad.
“Quiero invitar a todos los chavos (jóvenes) a que vengan a hacer ejercicio. Ayuda a despejarnos de tantas situaciones que estamos viviendo en este momento. Es una parte de la disciplina, de la vida”, termina un Edgar Andrés motivado.
Con información de EFE
